lunes, 25 de febrero de 2013

Rio


 Este fin de semana ha sido muy especial. Animados por nuestra doula Amparo, hicimos una celebración en el que suponíamos el día 120 de gestación. Nos contó que hay una creencia común en muchas tradiciones orientales, sobre todo nos habló de la comunidad Sikh, en que el alma de un niño entra en su cuerpo este día. Papá León y yo hablamos al respecto y aunque creemos que ese almita estaba entre nosotros desde antes de su concepción y dentro de mi vientre una vez gestado, pensamos que podríamos hacer algo especial por darle la bienvenida. 

Hizo un día precioso, amaneció lloviendo (como llovía durante todo el mes en que viniste a nuestras vidas) y luego salió un sol radiante (como suponemos que hará el día en que nazcas este verano). 


La playa estaba completamente vacía. 


Al haber estado lloviendo, la arena estaba perfectamente alisada y solo se veían nuestras huellas al caminar. Siempre, uno al lado del otro.



Había llovido, hacía sol, soplaba el viento, las olas celebraban tu llegada adornadas de espuma blanca y yo escribí tu nombre, bien grande, rodeada de tanta belleza e inmensidad.



Esa noche, en casa, sentados frente a una velita encendida, abrazados, sintiendo tus movimientos, nos sentimos los más felices del mundo.