lunes, 19 de marzo de 2012

Gracias

M infancia ha sido agridulce, era una niña feliz, segura de mí misma, quizá demasiado (algo que he intentado ir recuperando con los años), pero en determinadas ocasiones me envolvía un halo de tristeza o angustia que no comprendía del todo. Ya hablaré en otro momento, si se tercia, de mis experiencias en el cole, que dejaban mucho que desear, quizá era imposible no atraer malas reacciones de otros niños por mi ya comentada seguridad, por sentirme querida y porque se me daba bien leer, escribir...Yo que sé. Pero evidentemente me marcó.

Pero lo importante y la base de todo es que me he sentido muy querida. Mis padres me han amado como soy en mi esencia, de niña muy inquieta y creativa pero muy sensible. Me dieron el cariño suficiente para que no dependiese de él en todo momento. Mi madre siempre cuenta que yo estaba jugando todo el rato y a veces me acercaba a ella, le daba un beso y un abrazo y me volvía a jugar. Y respetaban que no fuese la más simpática y cariñosa con las visitas (a veces me ponía muy sería y les miraba con atención jajaja). Creo que han sabido respetarme. Incluso ya en la adolescencia, hemos tenido los encontronazos justos, porque, a pesar de ver que yo me encerraba en mi misma cada vez más y sabían de mí cada vez menos, dejaban que el tiempo pasase y respetaron mi espacio. Y ahora me miran con admiración de ver en la mujer que me he convertido, cada uno a su manera me lo demuestra. Ya con los años me fui sanando y conseguí abrirme y en una de las etapas más duras de mi vida hablaba mucho con mi madre y en un momento concreto durante ese tiempo la ayudé a valorarse en el trabajo en un momento de mobbing colectivo y me dijo: con todo lo que tú tienes encima...y qué sensata eres y qué madura. Y no era yo precisamente la responsable de la familia (se ve que si le das esa etiqueta al hermano mayor, el pequeño se tiene que conformar con la de trasto, rebelde...). Y mi padre...cuando me fui a vivir con papá colibrí disfrutó de los pequeños pasos como el que más y estaba de feliz que no lo había visto así en la vida.

Por supuesto han tenido sus errores, pero sólo causaron heridas en la superficie, y cuando con los años las he ido arrancando de mi piel he visto que no me han calado tan profundo como el respeto que me han tenido, el amor, la empatía y la libertad con la que me han criado. Y lo sé porque ahora voy a ser madre y me siento libre, segura de mí misma y con todo el amor del mundo para dar.

2 comentarios:

  1. Preciosa reflexión. Siempre he pensado que toda madre debería llegar a serlo de manera que se sienta libre emocionalmente de esas heridas del pasado. Sólo así se consigue ser una madre pura y completa sin lastres o errores que podamos reflejar en nuestros propios hijos. Me siento feliz de conocerte! Gracias por ser como eres!

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  2. Intento ser lo más pura posible para estar a la altura de la pureza de un niño, imagino que me quedan muchas cosas por descubrir y moldear.
    Me siento halagada, Derya, de veras. Yo al fin y al cabo acabo de llegar a este mundo y seguro que no alcanzo a imaginar su dimensión.

    Un abrazo emotivo.

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